Resultado Final: Perú 1 – Colombia 1
Todavía falta una escala para el destino final. Los pasajes que siempre quisimos comprar tienen que esperar, no podemos abordar. Faltan 180 minutos para ser parte de esa locura mundial. El suspenso se ha convertido en parte de nuestra vida: es nuestro sello.
El nudo sigue ahí, en la garganta, aunque haya un primer desfogue. Queda un mes de espera, dos partidos ante Nueva Zelanda para confirmar que debemos estar en Rusia, a donde van los 32 mejores a esa cita selecta.
Terminamos escuchando cómo acaban los otros duelos. Golea Brasil, sorprende Venezuela y nosotros agradecemos confundidos en un abrazo. El triunfo de ellos también fue el nuestro porque eliminó a los rivales que nos podían dejar fuera, hasta gritamos sus goles. Renato Tapia llora en el centro de la cancha, Yoshimar Yotún y Luis Advíncula festejan. Paolo Guerrero solo avanza, sabe que todavía falta. La sonrisa no es completa.
El partido más importante en 35 años, Perú lo jugó con la pesada mochila de fracasos anteriores, los chimpunes tenían kilos de cemento encima. De tanto soñar, nos olvidamos de despertar. Colombia, esa bestia negra que siempre nos complica en Lima, llegó lista para el vallenato ganador.
Un primer tiempo para olvidar, para tener memoria selectiva y eliminarlo. Un equipo lento, jugando en slow motion. Nadie daba play y la cancha era un estratégico tablero de ajedrez donde la visita movía mejor sus piezas. Taparon las salidas por las bandas, cortaron el juego cuando era necesario y no le dieron espacios a Guerrero. El rey no tenía libertad, todos eran peones.
Los que tenían que brillar en una noche para el recuerdo, terminaron escondiéndose en un rol secundario. No apareció André Carrillo, bloqueado por la marca. Tampoco Christian Cueva y a Edison Flores lo jalaban de las orejas. La tensión causó un bloqueo creativo. Era el momento de escribir la historia con letras doradas, pero Perú se quedó con la página en blanco. Por momentos fue como un déjà vu de una historia vista hace cuatro años, cuando José Pékerman debutaba con los ‘cafeteros’ y se imponía en Lima, cuando James Rodríguez silenciaba el estadio Nacional.
Un rebote le queda al volante del Bayern, que vuelve a ser James (Bond), un pistolero letal. Iban diez minutos del complemento y el reloj empezaba a ir más rápido, se convertía en un enemigo extra. Perú se estaba quedando fuera en esta montaña rusa que fue la fecha final de eliminatorias. Abajo, al borde de la desesperación, Ricardo Gareca apela al último recurso para intentar trepar. Pone tres delanteros: ingresan Yordy Reyna y Raúl Ruidíaz para buscar el gol salvador.
Acostumbrados a los guiones dramáticos, la desesperación empezaba a ser una sensación contagiosa. Sin un norte claro, una falta al borde del área apareció como oportunidad de oro. Era tiro libre indirecto, pero Guerrero patea al arco sin darse cuenta de la señal del árbitro Sandro Ricci –o ignorándola– y como francotirador, acierta en el objetivo, aunque el gol no hubiera sido válido si David Ospina no metía la mano. El portero se equivoca y nosotros agradecemos. Por eso, todos miran a Ricci, por eso es un grito contenido, con doble tono.
En medio de la confusión, ese gol llega para darnos claridad, para ser el punto de apoyo. El empate significaba trepar al quinto lugar y borrar a Chile, cobrarnos la revancha del 98 –también por diferencia de goles–. El reloj ahora avanzaba lento, pero los tantos de otros también son nuestros. En Asunción, Venezuela nos da una mano para sentenciar la suerte de Paraguay, y en Sao Paulo, el ‘Scratch’ despinta por completo a la ‘Roja’. El campeón de América no irá al Mundial. Pero eso no importa sino cambiar nuestra propia historia.
El estadio vibra por cómo se acomoda la tabla, y en la cancha, Perú decide no arriesgarse y rota la pelota hasta el final. No hay quinto malo, la tabla igual sonríe, pero todavía faltan 180 minutos. Hay que volar más de once mil kilómetros para confirmar la noticia esperada, hay que ganar en esta última pelea para noquear la desesperanza. Para terminar con la espera, para comprar ese pasaje al destino final.
La República.
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